Qué difíciles son las historias de amor. Comprometerse en el amor implica estar dispuesto a aceptar las heridas que el mismo amor conlleva. Amar significa capacidad para cargar con los problemas de los otros. El proceso de asumir responsabilidades nos ayuda a crecer y a experimentar que no estamos solos, la gracia divina nos acompaña.
Los expertos en la espiritualidad franciscana nos ponen en aviso: no es posible comprender la historia de Francisco, especialmente su singular relación con Dios, fuera del contexto de la vida fraterna.
El mismo San Buenaventura nos invita a no perder la procesualidad de la vida de Francisco. Sería un error tratar de comprender el fenómeno de los estigmas en sí mismo, al contrario, se trata de un proceso que inicia precisamente en el año de su conversión. Hay una profunda continuidad entre la experiencia vocacional frente al Cristo de San Damián y el Cristo del Monte Alvernia.
La experiencia mística de los estigmas no puede ser interpretada sólo desde las claves del dolor físico y el sufrimiento místico. Una visión más profunda de este misterio nos muestra un Francisco que se identifica con aquellos que llevan una vida llena de heridas, las personas estigmatizadas socialmente, aquellos que sufren el abandono, la pobreza, la vergüenza y la culpa. Su cercanía a los más pequeños, los leprosos, los pobres y las personas que sufrían le llevaron a comprender y contextualizar mejor los sufrimientos de Cristo.
El Cristo de San Damián le enseñó a mirar con los ojos compasivos de Jesús y a sacar fuerzas del misterio de la contemplación. Su corazón se llenó de ventanas abiertas al amor compasivo. Precisamente uno de los problemas de nuestra cultura es que muchas personas, por miedo al sufrimiento, cierran todas sus ventanas interiores y caen en la indiferencia. El amor de Dios provoca en nosotros la reacción contraria. Espanta todos nuestro miedos y facilita que el corazón se llene de puertas y ventanas.
A San Francisco, la identificación con los pobres, le hizo perder la comodidad y su servicio a los leprosos le hizo padecer, posiblemente alguna infección física en la parte posterior de su vida, pero todo esto, al mismo tiempo le trajo una alegría inmensa e inexplicable.
No es fácil llegar a comprender un modo de amor tan "alto", pero eso no significa que todos y cada de nosotros asumamos la pequeña parte de responsabilidad que tenemos en la construcción de una fraternidad con sus propias estigmas pero capaz de solidarizarse con los estigmatizados de nuestro mundo.
Fra. Jaime Rey Ofm Cap.