Ordo Fratrum Minorum Capuccinorum ES

Log in
updated 9:58 AM UTC, Apr 24, 2024

Mensaje Pascual del Ministro General

Queridos hermanos, paz y bien a todos.

Durante este período tan intenso de nuestra vida, no tanto por lo que hacemos como por el misterio que estamos viviendo –la Pascua del Nuestro Señor Jesucristo–, me resonaron varias veces en la mente algunas palabras, algunas ideas que provienen de los relatos presentados por la Palabra de Dios durante estos días. Particularmente, me detuve a reflexionar sobre la situación vivida por Pedro. Muchas otras figuras aparecen en estos relatos, pero me detuve a pensar sobre él, pensando en toda la historia de su negación del Señor Jesús. Quizás, cómo se habrá sentido Pedro, tan entusiasta, tan deseoso de corresponder al Señor, ¿es tan fuerte al prometer al Señor que no lo negaría nunca? Y luego, en el peor memento, se encuentra sin el valor de decir: sí, yo también soy uno de los suyos.  La palabra de Dios dice que, cuando recuerda lo que Jesús le había dicho: después que cante el gallo... -una, dos, tres veces no importa-; ¡Se da cuenta de que lo ha negado! Quién sabe cómo se sintió Pedro.

Probablemente se habrá quedado desconsolado, en primer lugar consigo mismo. Porque su deseo de corresponder al Señor era auténtico, era verdadera su decisión de decir “nunca te negaré, siempre estaré a tu lado”. ¡Era verdadera! Y debe admitir inmediatamente que, a pesar de todo su entusiasmo y valentía, logró hacer poco, al contrario: negó clamorosamente su deseo de seguir al Señor a cualquier parte. Pero también habrá quedado muy conmovido y habrá llorado amargamente no sólo con respecto a sí mismo, por reconocer sus limitaciones, su fragilidad; sino también habrá llorado amargamente por la traición a su amigo que lo había sacado del lago, del trabajo agotador, porque quería hacer de él un pescador de hombres.

Estas dos situaciones es fácil que nos sucedan a cada uno de nosotros.

Durante mis visitas, muchas veces me alegré íntimamente al ver a tantos hermanos que se esfuerzan día a día y desean corresponder al Señor. Esto es algo que alegra el corazón de un Ministro General y que me hizo reflexionar; orando con vosotros en los diversos lugares donde estuve, pude decir: “¡Mira, Señor, cuántas bellas personas que intentan corresponderte con sinceridad! ¡Acompáñalos!”. No tengo dudas, no tengo dudas de que nosotros queremos y deseamos verdaderamente corresponder bien al Señor; sin embargo, después nos damos cuenta de que, a pesar de nuestra sincera voluntad y a pesar de nuestro compromiso, no siempre somos capaces de... cumplir nuestras promesas, ¡digámoslo así! No siempre lo logramos: a veces nos damos cuenta de que, a pesar de nuestro propósito, de alguna manera también nosotros negamos esa voluntad de hacer el bien. Y esta puede ser la razón por la que nos sentimos de algún modo derrotados, a veces desilusionados, perdemos un poco las energías, tal vez incluso nos sentimos mal, porque en realidad amamos al Señor por todo el bien que nos ha hecho; y lamentamos haberlo, incluso con nuestras opciones, decepcionado; lamentamos habernos distanciado un poco de él y haber obrado diferente a como él enseñaba.

Bien, si esta es una cuestión que puede afectar a todos, ¡también hay que decir que no es la última palabra! No es la última palabra para la vida de Pedro ni para la nuestra. De hecho, pienso en cómo Pedro debe haberse sentido mucho más fuerte después de comprender que nuestra misma debilidad es crucificada en la cruz. Precisamente la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo da una perspectiva diferente a esta debilidad nuestra. Entonces sentimos ganas de comprometernos nuevamente no porque confiemos en nuestras propias fuerzas, sino porque vemos que a pesar de nuestras limitaciones, incluso de nuestros pecados, el Señor continúa actuando. ¡Él ya los venció! En su palabra podemos echar las redes. Echar las redes cada día y recuperarnos de la derrota: ¡el Señor nos ha perdonado! Esto, quizás, habrá hecho comprender a Pedro que el Señor quiere un bien mayor incluso de nuestro pecado; le habrá hecho comprender que no tiene nada que ver nuestro límite. Más bien, es crucial que, a través del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús crucificado, encontremos la manera de reanudar cada día, para caminar con fuerza, para no rendirnos jamás. En estos seis años, cuántas veces tuve la oportunidad de comprobar que, a pesar de los límites característicos de nosotros los frailes capuchinos, e incluso a pesar de algunos momentos de error, tanta fue la fuerza de la acción del Espíritu. Él nos impulsó a encontrar nuevas formas de vida, a soñar perspectivas de futuro, llenas de esperanza y compromiso. Es la obra de Dios que actúa a través de nuestra humanidad. Y nos recuerda cada vez más cómo el Señor nos ama de verdad, ¡nos ama de verdad!, y continúa amándonos y planificando para nosotros proyectos de resurrección.

Entonces, hermanos, quisiera deciros: no os detengáis, continuad bajo la palabra de Dios. Que podáis disfrutar de la belleza de ver que el Señor está obrando independientemente de nuestras capacidades, de nuestras fuerzas, pero usando de ellas; no deis espacio a la tendencia a creer que nuestras limitadas actividades, aunque sea un pequeño y monótono servicio doméstico en la fraternidad, no ayudan al crecimiento del reino de Dios. Por el contrario, que entre el Señor en todos los asuntos que tenemos, en todas las cosas que estamos llamados a hacer, y en nuestro pequeño pero rico modo de ser. Incluso en nuestras derrotas el Señor puede entrar y decirnos: “mira, la derrota no tiene la victoria sobre tu vida; la victoria es mi resurrección”.

Gracias hermanos, deseos de todo corazón para cada uno de ustedes, ¡que tengáis unas felices Pascuas!

Fr. Roberto Genuin
Ministro General OFMCap

Video: https://youtu.be/xipZIgitsr8?si=V2PCTVn2wLqJ4NYE

Modificado por última vez el Lunes, 01 Abril 2024 10:15